Mientras los músicos de Bremen amenizan la espera, Hansel y Gretel,
confundidos entre el público, ofrecen caramelos de chocolate y galletas
almibaradas. Los animales descansan solícitos en sus jaulas: el lobo
feroz, el gato con botas, el patito feo y los tres cerditos. Hay curiosidad por
presenciar los nuevos espectáculos que exhibe la compañía: Pinocho “el hombre
de madera”, y la actuación estelar del Ogro “come niños” - el ser más
cruel que jamás haya pisado la faz de la tierra-. Los pequeños aplauden
entusiasmados el baile en monociclo de los cabritos equilibristas, la magia de
Gulliver, los saltos de Pulgarcito y el trapecio de Rapunzel. Desde que
Blancanieves gerencia la compañía, los sietes enanitos ya no salen encadenados
y apagan la luz segundos antes que el lobo feroz se coma a los tres
cerditos. Tras esos gruñidos, aparece el Flaustista de Hamelin y, siguiendo su
estela, una comitiva infinita de niños cerca la pista. En ese instante los
focos iluminan al humanoide de pies grandes, pelo hirsuto y cabeza
desproporcionada, que emerge disimulado entre la oscuridad de la grada:
envuelto en gritos y penumbra el Ogro cierra majestuosamente
la función.