Alguien ha empezado a tirar del hilo, desde mi asiento no consigo precisar, pero parece la mano de un niño. De la chistera sale un conejo. El mago insiste, el pequeño se levanta, estira con más fuerza y saca un elefante. El silencio del público exaspera al ilusionista; el hombre alza los brazos y comienza a doblar la carpa, la grada y después la pista, cómo si fuera un pañuelo. Luego las introduce en el sombrero y nos cubre con su capa. Ahí dentro, en la oscuridad, nos tocamos, y callados, esperamos que ocurra algo...
Sabemos que solo es un truco, que la magia no existe.