Cada día transitamos idéntico camino: nos vestimos, nos
maquillamos y salimos a escena. Luego saludamos y representamos nuestra
función. Cada día el mismo disfraz, la misma careta, similares trucos, pero no
hay magia, no hay aplausos, no hay público. Cada día, uno análogo al otro, lo hacemos sin carpa, sin pista, sin luces. Nada se conoce, todo se imagina. No hay nadie, ni siquiera estamos nosotros, pero salimos.